Y que comience otra vez
Por Luisa Baldasarri
Uno se sienta a escribir y al final siente que las palabras no son más que un código constante y monótono que acaba por repetirse a si mismo. Ya sea que este escribiendo una carta o un ensayo para algún concurso universitario o simplemente una borrasca de frases entrecruzadas que tiene mucho más de vómito que de poesía. Más que escribir le esta echando leña al fuego, pero con todo y todo uno escribe. Y luego entra en escena esa pregunta que siempre viene a tumbarnos el circo: “¿Porqué carajos estoy escribiendo?”. Se podría decir que no se necesitan motivos, que es una cuestión de liberación personal, una especie de exorcismo, y entonces basta con citar a Oscar Wilde y asunto concluido. Pero no es suficiente, porque dejando de lado todo el conflicto impresionista-expresionista, que va mucho más allá de una época y de sus artistas plásticos, un libro tiene que ser más que un libro, un libro tiene que parar las balas. Pero todo esto es paja, porque yo soy ese uno, yo soy ese que cita a Oscar Wilde, y en los momentos más desesperados, llego al grado de citar a Umbral, así que lo que pueda decir acerca de ética literaria puede tomarse como receta de cocina sin ofensa de por medio.
Vamos a hablar de la raza humana, dejando a un lado su principio incierto entre Darwin, las naves espaciales de una supercivilización y el génesis judeocristiano, y su final incierto también entre la muerte del sol, el aumento inminente de la temperatura global y las enfermedades de las que de alguna manera hemos ido tomando exclusividad. Vamos a hablar de sus acciones colectivas más notables, de nuestra historia. Guerras, genocidios, pobreza extrema, injusticia, discriminación racial y cultural, déjenme ver… ¿Qué más? Creo que hasta ahí llego, eso como raza. Es gracioso, porque al parecer olvidamos eso y nos enfocamos en la supuesta gloria que nos concede el hecho de que en algunos momentos haya habido individuos notables que se pusieron por arriba del promedio. También olvidamos que en la mayoría de los casos, estos individuos -que en definitiva no son un logro colectivo- fueron despreciados, atacados, ignorados, incluso asesinados. Pero no sé de qué estoy hablando. Me gustaría decir que me interesa la Segunda Guerra Mundial, pero lo que realmente me interesa es la posibilidad circunstancial de un amor entre un soldado gringo y una alemana antisemita, o de esa mujer que cuenta sus confidencias al resto del mundo. Las cruzadas: un católico con una musulmana. Esos pequeños detalles que te dan la razón para levantarte de la cama e ir al baño en lugar de levantarte de la cama y lanzarte por la ventana. De alguna manera quiero decir que Maquiavelo puede irse a la mierda. Los medios son la sal y la pimienta, y creo que ha pasado bastante tiempo desde que empezamos a sazonar nuestros alimentos como para no darnos cuenta de que lo único que cuenta es la sal y la pimienta -y otra serie de ingredientes mínimos que no puedo enlistar por mi nulo conocimiento en el campo gastronómico-.
Es terrible pensar que nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, que siempre habrá alguien que vaya en búsqueda del poder, algún otro que se someta a él y otro más que se rebele. Siempre estará el que buscará la inmortalidad dejando su nombre guardado en un libro de ciencias o filosofía; todo es una mecánica, un círculo que se repetirá, una cadena alimenticia en la que incluso el que trata de salir de ella (pues se ha dado cuenta de la mecánica) forma parte del eslabón. No importa lo que hagas o dejes de hacer, todo esto ya forma parte de este proceso de la humanidad en donde los patrones irremediablemente se repetirán, las ganas de cambiarlo, las guerras y las alianzas; (antes de continuar me gustaría dejar claro que en ningún momento pretendo que esto se pueda interpretar como destino, es algo completamente distinto). Fue, es y será siempre igual. No puedes modificar la ley de la gravedad como no puedes modificar tampoco esto de lo que te estoy hablando. Aquí lo importante no es que nosotros formamos o no parte de esto, lo que en realidad a nosotros nos debería importar son los detalles; son esas cosas que hacen que algo que podría ser completamente irrelevante e insípido se convierta en algo que puede cambiarlo todo, o que tal vez no cambie nada pero que, aún así le da un matiz diferente y que no permite que todo se quede solamente en un momento. No nos preocupemos por el rumbo que debemos tomar ni las acciones que repercutirán posteriormente en el mundo si las hacemos o dejamos de hacer pues todo esto forma ya parte del equilibrio perfecto de la humanidad. Más bien veamos, no, no veamos, hagamos; seamos detalles. La generalidad ya está resuelta.
Vayamos de la generalidad a la particularidad de los detalles, sólo por ironía. Por ahora pensaremos de forma contraria a Sócrates, y con todo respeto. ¿Qué seríamos nosotros sin los detalles? En realidad seríamos solamente un medio para un fin, el cual en realidad no entendemos muy bien, o al menos yo no entiendo muy bien aún. Lo realmente importante, y lo que realmente vale al final es qué tan diferente, qué tan nuestro, logramos hacer algo por medio de los detalles. Estos son los que hacen que trascendamos de una forma y no de otra como época, sociedad o personas. El planeta Tierra visto desde la perspectiva del Universo no forma ni siquiera la cantidad más pequeña que podamos imaginar de él, mientras que para nosotros la Tierra es el lugar en donde habitamos, en donde se encuentra toda la humanidad, nuestra vida, hacemos protocolos y campañas para mejorarlo pues es nuestro patrimonio. Las vacas. La vaca en México: Animal rumiante, hembra del toro. La vaca en India: madre de la humanidad y por ello sagrada. La connotación es completamente diferente. La vaca es vaca aquí y en India pero lo que realmente importa es este significado que cada cultura le da al noble animal.
Los detalles, como buenos seres, hacen honor a su nombre, y hay tantos y tan variados que hasta podríamos hacer una clasificación de ellos, pero entonces ¿qué sucedería con todos los pormenores que nacen todos los días? Muchos se quedarían huérfanos de clasificación, y no podrían existir. Los detalles no pueden ser limitados, son hijos de la imaginación, lo que nos falta, que hasta para los detalles tuviéramos reglas y estructuras. No. Los detalles son la firma y la esencia, son algo completamente personal, íntimo y particular. Únicamente los detalles nos hacen seres individuales y únicos. Sí, los dos leímos, pero tú leíste a Umbral y yo a Zafón. Ellos nacieron en India y nosotros nacimos en México. Fidel está en Cuba y Bush está en Estados Unidos. Ahora, Como dije anteriormente, los detalles son la sal y la pimienta en la cocina, los detalles distinguen, no permiten la impersonalidad y la imparcialidad, son nuestros cómplices. Los detalles han logrado que no confundamos cosas tan simples como un libro de un periódico, hasta llegar a la receta para no confundir la pasión con el amor. ¿Podemos hablar de la ética, y que debemos establecer valores universales? ¿Para qué universales? ¿Necesitamos más universalidad y homogeneidad de la que ya tenemos? Pensemos más bien en la moral, o pensemos más, en la moralidad. La ética, para mi punto de vista es una cuestión que debe de ser eliminada del esquema de todo ser humano, pues lo único que se logra con ella es que toda la mecánica que ya tenemos se vuelva un ciclo sistematizado. La ética no se conforma con que estos fenómenos de la humanidad sean un círculo vicioso, no, la ética pretende acabar con los detalles, eso único que le da el sentido diferente a todo. La ética se olvida de nuestra historia personal, y no entiende de sentimientos ni minuciosidades y trivialidades. La ética es fría. Y general.
Veamos una aplicación realmente práctica de la situación, (que no debería de hacer pues todo el tiempo estamos en el asunto, aunque no nos demos cuenta.) En este caso el detalle está en que estoy escribiendo este ensayo en la madrugada después de mi habitual clase de baile. No sé pero muy probablemente el ensayo hubiera sido otro si lo hubiera escrito ayer al llegar de un agradable paseo por Coyoacán. O aún más diferente si en ese agradable paseo me hubiera encontrado con mi antiguo maestro de geografía, al cual muy probablemente le hubiera hablado sobre los detalles, para lo que habría contestado algo que me habría hecho pensar en otra cosa de la que hubiera elegido como tema para el ensayo, y entonces no estaría hablando de todo esto. Y ¿se dan cuenta? La historia hubiera sido otra. Finalmente son los detalles lo que construyen a lo general y que muy indirectamente lo conforman, lo llevan a, hacen que algo suceda o no. Y si esto es así: ¡Los detalles nos traicionaron! ¡Son parte de la cadena alimenticia también! Aún así, los detalles valen la pena, y aunque no valieran, son parte de nosotros, no podemos desligarnos de ellos, pues son inherentes al ser humano. ¿El soldado gringo y la alemana antisemita que vivieron en la Segunda Guerra Mundial se habrían conocido si él en vez de soldado, hubiera sido un periodista que trabajaba para el New York Times? ¿Seguiría Zafón siendo quien es si escribiera ensayos en vez de novelas? ¿Imaginamos a Umbral dejando a un lado la complejidad de sus escritos? Inventemos una historia diferente para ti lector, la que tú prefieras. Ahora regresemos y revisemos lo siguiente ¿estarías leyendo este ensayo con esta historia inventada? Sin los detalles ¿la Historia tendría sentido? El hombre no sería hombre con la ausencia de los detalles. Al nacer, nacen ellos con nosotros.
1 comentarios:
me encanto copito, al principio me dio hueva leerlo, luego anais me dijo que estaba bueno y lo lei, me gustó mucho mucho mucho
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